Una hora de vuelo en jet privado cuesta como poco unos 3.600 euros y puede superar los 10.000. A pesar de estos precios, en los últimos cinco años los vuelos ejecutivos en España han crecido 10 veces más que los comerciales, espoleados por destinos como Palma o Ibiza. Ni la emergencia climática ni las altísimas emisiones por pasajero frenan la expansión de la aviación privada. Algunas compañías tratan incluso de seguir aumentado la clientela con modalidades que denominan “low cost”, para compartir el coste de un avión privado entre distintos pasajeros (unos 450 euros por un asiento en un vuelo de una hora).
Una de estas empresas es Welojets, creada en Argentina y que acaba de establecer su base central en Madrid ante el “gran potencial de crecimiento” del mercado español. Para analizar de cerca este fenómeno, EL PAÍS ocupó una de las 14 plazas de un jet privado en su vuelo de prensa inaugural de la temporada entre Madrid e Ibiza, invitado por la compañía.
Mientras algunas personas han reducido sus vuelos o dejado de montar en aviones comerciales por ser el medio de transporte con emisiones más altas, uno de los principales reclamos utilizados por compañías de jet privados para atraer pasajeros es no tener que esperar colas en el aeropuerto. “Llegas, pasas el control, te subes y despegas en menos de 20 minutos. Viajar en jet privado es como comprar tiempo. El que puede permitírselo, no viaja de otra manera”, explica Alfredo Lisdero, cofundador de Welojets, dentro de un lujoso Gulfstream G550, “similar al de Leo Messi”.
Para las organizaciones ecologistas, resulta muy contradictorio que sean los pasajeros que más contaminan los que se encuentran con más facilidades para volar. “El avión comercial es el medio de transporte más contaminante, pero además los jets privados son mucho menos eficientes y emiten 10 veces más por pasajero que los vuelos regulares, es decir, tienen unas emisiones desproporcionadas”, señala Cristina Arjona, responsable de Movilidad de Greenpeace.
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Mientras, la ONG Transport & Environment (T&E) considera la polución de estos aeroplanos puede llegar a ser hasta 14 veces la de un avión convencional, y que expulsan dos toneladas de CO₂ por hora, cuando un europeo medio emite ocho toneladas al año. Para trayectos que pueden realizarse también por tierra, ambas entidades coinciden en que la polución por pasajero es 50 veces mayor que en tren. El Ministerio para la Transición Ecológica no cuenta con datos específicos, pero Greenpeace calculó que los vuelos privados provocaron 243.900 toneladas de CO₂ en España en 2022, lo mismo que la media anual de 162.567 coches —pero procedentes de muchísimas menos personas—.
Según los datos de AENA, en 2019 —último año prepandemia— hubo en España 2,36 millones de movimientos de aeronaves, mientras que en 2023 se elevó a 2,40 millones, con una subida que no llega al 2%. En ese panorama general, los jets privados siguen siendo una minoría, pero han aumentado mucho más: un 21,8% (de 54.417 a 66.273 en el mismo periodo), y el sector cree que la tendencia seguirá al alza.
La European Business Aviation Association (EBAA) —patronal europea de la aviación privada— apunta que este tipo de vuelos rondan el 8% del total en Europa y considera a España el quinto mercado del continente por número de operaciones —tras Francia, Reino Unido, Alemania e Italia—, si bien Ibiza y Palma están entre los destinos que más vuelos reciben, sobre todo en verano. AENA suma a los aeródromos baleares los aeropuertos de Madrid, Barcelona y Málaga; esas cinco instalaciones cuentan con una terminal específica para vuelos ejecutivos.
“El reciente incremento de los vuelos privados en Europa [alrededor del 7% desde 2019, según Eurocontrol] se debe a varios factores”, señala Róman Kok, representante de la EBAA. “Por un lado, la pandemia alteró los patrones de viajes y mucha gente buscó entornos más seguros; por otro, la aviación de negocios llenó los vacíos que dejó la aviación comercial [cuando se anularon miles de vuelos]. Ahora, las actividades empresariales se han intensificado, lo que ha hecho necesarias soluciones de viaje eficientes para ejecutivos y profesionales”, añade.
“Más corto que un viaje en metro”
Los periodistas suben al lujoso jet, capaz de hacer vuelos transoceánicos y viajar hasta 13 horas sin repostar. Amplia cocina, dos estancias, sillones espaciosos, amplios ventanales, menú con jamón ibérico y Moët & Chandon que casi no da tiempo a degustar. El avión despega con suavidad y en 45 minutos aterriza en su destino. “Ha sido el viaje que se me ha hecho más corto en la vida, me ha parecido más breve que un trayecto en metro”, dice una periodista.
El ambientólogo Andreu Escrivà reflexiona por teléfono sobre esta cuestión: “La aceleración, la falta de tiempo y la prisa son uno de los grandes vectores que impulsan el cambio climático. La prisa contamina. Tenemos esa necesidad de llegar antes a todas partes, no se sabe bien para qué, incluso para ir a Ibiza a tumbarte en la playa, y eso está generando emisiones extra en muchos sectores —coges el coche en vez de metro o bici para llegar antes—, y en ningún sitio se ve tanto como en los jets privados”.
En la cabina, el comandante Juan José Sánchez —con 25 años de experiencia, 15 de ellos en aviación ejecutiva— dirige el vuelo: “En este tipo de aviación tenemos que adaptarnos completamente al cliente. Cuando el pasajero llega a la terminal lo recibo, le digo que deje las maletas y le intentamos dar todo lo que pida. Puede ser un catering especial, un horario determinado, servicios cuando aterricemos en el destino…”.
Beatriz Tejedor, azafata del mismo avión, sirve copas y coloca bandejas con celeridad: “La diferencia con las aerolíneas normales es total, aquí damos un servicio 100% personalizado. Buscamos los mejores restaurantes de cada sitio al que volamos para que nos preparen la comida. Yo me encargo de comprar todo, desde la comida hasta un pijama si hace falta”. ¿Piden cosas muy raras? “No suelen ser muy excéntricos, la gente pide más hamburguesas y pizza que caviar”. Ese tipo de vuelos los suelen contratar deportistas, empresarios, famosos, financieros… La mayoría, hombres. Escrivà, autor de Contra la sostenibilidad (Arpa), apunta: “Hay una voluntad de las élites de separarse del resto, de consumir diferente, la cuestión ya no es tanto que sea caro como que sea exclusivo. La aviación privada proporciona esta ilusión de lujo, de un consumo exclusivísimo y de formar parte de una élite.
La marca quiere ampliar su clientela con jets privados “baratos” a Palma de Mallorca e Ibiza. “La forma más económica de viajar en aviación ejecutiva es en un turbohélice con capacidad para ocho personas. Un vuelo de una hora, más o menos lo que se tarda de Madrid a Baleares, sale por unos 3.600 euros, con lo que si se juntan ocho amigos serían unos 450 por persona”, comenta Lisdero. Eso sí, hay que pagar también el trayecto de vuelta —mínimo, 900 en total— y compartir gastos con siete amigos. “Estamos planteando que esos vuelos puedan ser compartidos [por personas que no se conozcan], aunque para eso todavía nos falta ver cómo está el tema de la regulación”, prosigue.
¿No le preocupa que eso aumente la contaminación? “Muchas empresas contaminan, de la construcción a los coches. La aviación ejecutiva es una mínima parte de la cantidad global de emisiones. En cualquier caso, la innovación en la aviación es fascinante. En 10 años habrá aviones eléctricos y los primeros que los vamos a adoptar somos nosotros. Por ejemplo, hemos invertido en Electra para comprar 32 aeronaves con un generador eléctrico híbrido que funcionará con combustibles verdes”. Los ecologistas lo ponen en duda: “La Agencia Internacional de la Energía (AIE) prevé que los combustibles de aviación sostenible (en inglés, SAF), representarán el 19% de los combustibles de aviación en 2040, lo que significa que el 81% seguirá siendo queroseno de origen fósil”, aduce Arjona.
Róman Kok tercia: “Los vuelos privados contribuyen a las emisiones, pero es importante ponerlas en perspectiva. El sector de la aviación de negocios representa una pequeña fracción de las emisiones totales de la aviación: el 0,04% a nivel global. Pero reconocemos el impacto ambiental y estamos trabajando activamente para mitigarlo”.
Erin Vera, experta en aviación de T&E, añade más quejas: “La mayoría de las emisiones de la aviación se producen en el despegue y el aterrizaje, y muchos de los vuelos en aviación ejecutiva son muy cortos, de menos de 500 kilómetros, con lo que la desproporción de emisiones es todavía mayor. En muchos casos hay alternativas razonables en tren”. Uno de los ejemplos más sorprendentes es el de la cantante Taylor Swift, cuyo jet privado monitoriza una cuenta en X (@SwiftJetNextDay) a partir de registros públicos. Según sus datos, la artista —que acaba de actuar dos días en Madrid— ha usado su jet privado para vuelos de menos de media hora e incluso en una ocasión en 2023 despegó para recorrer una distancia de unos 20 kilómetros.
Esfuerzos contra el cambio climático
“Esto crea bastante enfado en la gente común: tú tienes que hacer esfuerzos para combatir el cambio climático en tu día a día, mientras los famosos cogen jets privados como si fuesen taxis sin tener en cuenta su huella climática, y además lo cuentan en sus redes sociales. Eso desincentiva que la ciudadanía actúe”, añade Vera. Ese enfado llevó a los activistas radicales de Futuro Vegetal a protestar contra los aviones ejecutivos en julio del año pasado en el aeropuerto de Ibiza, donde rociaron una de estas aeronaves con extintores y consiguieron cerrar la pista durante algunas horas, hasta que fueron detenidos.
Kok, de EBAA, responde: “Es comprensible que el aumento de vuelos privados pueda ser percibido como contradictorio a los esfuerzos de mitigación del cambio climático, pero el sector está comprometido con la sostenibilidad. Además, la industria de la aviación ejecutiva juega un papel vital en la economía global, generando más de 450.000 empleos en Europa, incluyendo 21.000 de ellos en España, donde aporta 3.100 millones de euros al PIB”.
La portavoz de T&E añade otra injusticia: “Cuando llenas el depósito de tu coche de gasolina o gasoil, pagas impuestos por ese combustible contaminante; en cambio, los ricos no pagan nada por el queroseno de sus aviones, que no está tasado”. La UE lleva tiempo estudiando si aplicar ese impuesto a todos los vuelos —no solo a los ejecutivos—, pero no se termina de concretar, en parte por las presiones del lobby turístico. “La aplicación de este impuesto está pendiente de aprobación a nivel comunitario. España aplicará lo que se apruebe a nivel comunitario”, responde un portavoz del Ministerio de Hacienda. Escrivà señala: “El esfuerzo para mitigar la emergencia climática tiene que ser percibido como compartido. Si se percibe como desigual, va a haber revueltas como las de los chalecos amarillos o los agricultores. Es razonable pagar impuestos por la gasolina, pero no lo es que el queroseno de los jets privados no los pague”.
Por estos motivos, los ecologistas creen que habría que prohibir este tipo de vuelos, o al menos limitarlos. Francia ya propuso en 2022 una iniciativa para reducir los viajes en aviación ejecutiva, en un plan secundado en Bruselas por países como Bélgica y Países Bajos. Sin embargo, la Comisión Europea respondió en 2023 que no prevé restricciones específicas hasta que no haya una normativa común para todo el sector aéreo europeo. El aeropuerto de Ámsterdam ya ha anunciado su intención de prohibir los vuelos ejecutivos en 2026, pero el Ministerio de Transportes español no prevé ninguna medida en este sentido.
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