Cómo se usa en Argentina un remedio contra el dolor que causó adicción y muertes

El origen de la crisis de los opioides en Estados Unidos ya dio a luz dos series de TV inspiradas en el medicamento Oxycontin. La primera, “Dopesick”, es de 2021. Ahora se estrenó una remake titulada “Painkiller”. Ambas narran cómo este remedio, que prometía revolucionar el tratamiento del dolor, causó por su uso descontrolado una ola de adicciones y muertes, cuyas consecuencias continúan hasta el día de hoy.

El caso tuvo un extenso capítulo judicial. Purdue Pharma, el laboratorio fabricante del analgésico al que se le atribuye responsabilidad en la muerte de 500.000 personas por sobredosis entre 1999 y 2019, había acordado pagar 6.000 millones de dólares como compensación, a cambio de quedar exenta de nuevas demandas civiles. Pero la Corte Suprema de Estados Unidos bloqueó ese plan y la disputa legal continúa.

En Argentina, el medicamento está autorizado por la ANMAT y es utilizado. Clarín habló con un experto en dolor y un toxicólogo que dieron cuenta de ambas caras de la moneda: cómo se utiliza la droga aquí, para qué casos, y cuáles son las eventuales consecuencias adictivas que puede provocar.

Santiago Guaycochea, presidente de la Asociación Argentina para el Estudio del Dolor, marca una distinción inicial: “Lo que pasa en Argentina y en general en Sudamérica con los opiáceos y el tratamiento del dolor es muy diferente de lo que ocurre en Estados Unidos y otros países de altos ingresos”.

¿Qué significa diferente? “Los pacientes acá no tienen acceso a opioides. En Estados Unidos, en cambio, esa epidemia genera más muertes que la heroína. Por un dolor de muela te dan oxicodona (la droga del Oxycontin). Los países con facilidad de acceso a los opioides son lo que sufren los mayores problemas de adicción”.

Richard Sackler, presidente del laboratorio Purdue Pharma, creador del Oxycontin.


Richard Sackler, presidente del laboratorio Purdue Pharma, creador del Oxycontin.

La serie Dopesick refleja la agresiva campaña de marketing de Purdue Pharma (admitida como engañosa una década después de lanzado el producto) a fin de que los médicos recetaran este medicamento como primera opción, bajo el supuesto de que el Oxycontin causaba adicción en menos del 1 por ciento de los consumidores.

Pronto quedó en evidencia que la supuesta cualidad inofensiva de la droga no era tal. Guaycochea dice que allí hubo “una mala indicación del fármaco por incentivo de la industria”. Y, en contraposición, explica en qué casos él decide utilizarlo en su consultorio: “Se prescribe a aquellos pacientes en los que no se pudo controlar el dolor con opioides más débiles”.

¿Qué cantidad de personas representa eso? “Entre el 5 y el 10 por ciento de mis pacientes están tomando oxicodona. Hoy son alrededor de 25”, asegura el médico en diálogo con Clarín. ¿Alguno de ellos se ha hecho adicto al Oxycontin? “Tengo una sola paciente en esa situación, con una artrosis de rodilla, que venía siendo tratada con esta droga por otros médicos. Le estoy haciendo el ‘destete’ en forma paulatina, progresiva y supervisada”.

El control, la clave

Guaycochea advierte que la supervisión médica es clave para evitar que el remedio no sea peor que la enfermedad. Es decir, que el Oxycontin no genere adictos. Según el experto, “el fármaco no hace adicto a un paciente, sino que es el paciente el que tiene predisposición a la adicción. De otra manera no le podríamos dar opioides a nadie porque no pararíamos de generar adictos”.

Luego afirma que “lo primero que hay que pensar es en evitar el dolor en el paciente. Y tener en cuenta su perfil para reconocer si se trata de una personalidad adictiva. Pero no necesariamente por recetarle oxicodona lo voy a hacer adicto. Cuando tenemos un paciente adicto hacemos un trabajo junto con psiquiatras”.

Frascos de Oxycontin, el producto estrella de Purdue Pharma que derivó en un escándalo. Foto: AP


Frascos de Oxycontin, el producto estrella de Purdue Pharma que derivó en un escándalo. Foto: AP

Guaycochea señalaba al comienzo de la charla que en Argentina los pacientes “no tienen acceso a los opioides”. Eso, evalúa, está vinculado a un sistema de control más riguroso que el de Estados Unidos: “Acá no cualquier médico puede recetar este tipo de drogas, se necesita tramitar en la ANMAT un talonario especial, de color verde, que es el que sirve para estas prescripciones”.

Si bien dicho talonario puede ser solicitado sin restricciones por cualquier médico por el solo hecho de tener título y matrícula, Guaycochea considera que “no todos lo hacen porque no todos saben recetar estupefacientes y luego controlar los tratamientos”.

¿Quiénes suelen hacer estas recetas? “Fundamentalmente médicos del dolor, paliativistas, oncólogos y anestesiólogos, también clínicos”, enumera el especialista en medicina interna. ¿En qué casos se prescribe? “Lo más común es darlo para el dolor oncológico y síndromes postlaminectomía o cirugía de columna”.

Otro elemento que según el experto acota el acceso es que “no todas las farmacias” tienen Oxycontin. “Las que más lo trabajan son las que están en los alrededores del Hospital de Clínicas”, dice Guaycochea, con un agregado: “Si un paciente va con una receta que no es la de su médico habitual, es una señal de alerta y la farmacia nos llama inmediatamente. Eso también funciona como una forma de control para evitar excesos”.

Fuentes de la cadena Farmacity confirmaron a Clarín que el Oxycontin se consigue en sus sucursales. “Vendemos todos los medicamentos que están aprobados por la ANMAT. En este caso, el Oxycontin se dispensa bajo receta oficial”, respondieron. Sobre el volumen de venta no aportaron cifras, pero aseguraron: “Las normas regulatorias exigen a las farmacias procedimientos muy estrictos que nuestros farmacéuticos cumplen acabadamente”.

Una manifestación de víctimas del Oxycontin en 2018, frente al edificio del laboratorio Purdue Pharma, en Stamford. Foto: AP


Una manifestación de víctimas del Oxycontin en 2018, frente al edificio del laboratorio Purdue Pharma, en Stamford. Foto: AP

Excesos en Argentina

En 2019, mientras se desarrollaba el juicio contra Purdue Pharma, se conocieron cifras de excesos con el Oxycontin en Argentina, provistas por el Hospital Fernández, un centro de referencia en el tema. Daban cuenta de 80 casos anuales de adicción. Consultado ahora por Clarín, Carlos Damin, jefe de Toxicología de ese centro de salud, dice que en los últimos años “se ha mantenido el mismo número. Siempre hay casos pero la cifra no se incrementó”. Y detalla que son situaciones que se dan por consumos por fuera del sistema de salud o por un mal control médico.

Hay pocos datos oficiales -y desactualizados- sobre la adicción local a los opiáceos. Según el “Estudio nacional sobre drogas psicoactivas”, de la Sedronar, en 2017 el 6,2 por ciento de la población de 12 a 65 años había manifestado haber consumido esta sustancia sin prescripción médica. La proporción alcanzaba el 7 por ciento en el grupo de 35 a 49 años.

Guaycochea cuenta que con frecuencia ofrece charlas en diferentes países para “educar en el uso de opioides” y vuelve a marcar la diferencia que hay con la adicción entre lugares como Estados Unidos y la Argentina. “Allá hay menos tolerancia a padecer dolor, no se soporta el más mínimo dolor, y la sociedad del estrés hace que el dolor sea cada vez más manifiesto. En Argentina, en cambio, eso no es un problema”.

Según la Organización Mundial de la Salud, para el 20 por ciento de la población adulta mundial el dolor es un problema cotidiano con fuerte impacto en la calidad de vida. El organismo sanitario reconoce desde 1986 a los opioides como esenciales para el manejo del dolor. Pero la clave, más que el qué, parece ser el cómo.

Un debate que continúa

Un editorial publicado en The Lancet, en febrero de 2022, señaló que “la epidemia de opioides ha sido una constante, compleja y la crisis ha durado décadas, desde su inicio en 1995, cuando Oxycontin fue aprobado y comercializado erróneamente como un analgésico opioide de liberación prolongada, seguro y de bajo riesgo”.

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¿Por qué ocurrió esto? El artículo lo atribuye a “la priorización de lo corporativo sobre el interés público”. Y agrega que “fabricantes de medicamentos como Purdue Pharma han ejercido un poder descomunal a través de proporcionar fuertes incentivos financieros a las campañas políticas y programas de escuelas de medicina”.

Desde la ANMAT, aclararon oportunamente que el Oxycontin, “al contener un principio activo que se encuentra clasificado en la “lista I” de la ley de 17.818 de estupefacientes, sólo puede ser prescripto por médicos matriculados mediante recetas extendidas en formularios oficiales. Estas recetas deben ser entregadas (original y duplicado) en la farmacia donde el profesional debe asentarlas en libros oficiales y enviar el duplicado a la autoridad sanitaria”.

Si bien no se difundieron cifras actuales, se informó que “durante 2017 se oficializaron importaciones del producto Oxycontin por un total de 28.266 unidades correspondientes a sus diferentes concentraciones autorizadas, produciéndose una disminución durante 2018 a 24.200 unidades en total”.

La autoridad sanitaria señaló también que “los riesgos y precauciones son conocidos por los profesionales médicos, quienes realizan el seguimiento del tratamiento en cada persona en particular”. Y recordó que “la venta de este tipo de producto por fuera del canal oficial es considerada ilegal y debe ser denunciado para la intervención correspondiente”.

Mientras tanto, la ciencia ofrece algunas precisiones sobre los beneficios o perjuicios del consumo de oxicodona, según el dolor que se trate. Una investigación publicada el 28 de junio pasado, también en The Lancet, reveló los resultados del primer ensayo mundial controlado con placebo para determinar el poder de este opioide contra el dolor lumbar y de cuello agudos. Tras relevar 157 centros de salud australianos, concluyeron que la droga no producía un alivio mayor que el placebo.

Se administró a mayores de 18 años 20 miligramos de oxicodona por día, y placebo a una cantidad similar de pacientes. La puntuación media del dolor a las seis semanas fue de 2,78 (en una escala de 10) en el grupo de opiáceos, frente a 2,25 en el grupo de placebo.

El médico Art Van Zee, del Stone Mountain Health Services, en Virginia, fue uno de los primeros en levantar la voz contra el Oxycontin, cuando éste comenzaba a causar estragos en la sociedad estadounidense. En un artículo de febrero de 2009, publicado en el American Journal of Public Health, vinculó el drama a las vulnerabilidades del sistema sanitario e hizo un llamado a repararlas:

“La salud pública estaría mejor protegida si la FDA revisara todos los materiales publicitarios y promocionales, así como los materiales educativos asociados, para verificar su veracidad, precisión, equilibrio y validez científica, antes de su difusión. Tal cambio requeriría un aumento considerable en el apoyo, la dotación de personal y la financiación de la FDA. El dinero público gastado podría prevenir otra tragedia similar”.

PS

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