En África oriental, el parásito de la malaria –Plasmodium falciparum– ha desarrollado resistencia a las artemisininas, la columna vertebral de los regímenes de tratamiento actuales, una situación que podría empeorar dramáticamente el impacto de la malaria si los medicamentos asociados fallan en el futuro.
Lo muestra un estudio realizado en Eritrea y publicado en ‘The New England Journal of Medicine‘ por un equipo de investigadores dirigido por Didier Ménard, de la Universidad de Estrasburgo/Institut Pasteur (Francia).
El tratamiento de la malaria depende de medicamentos con artemisinina combinados con un antipalúdico. Estas combinaciones de medicamentos han sido tratamientos muy eficaces para casos no graves desde principios de la década de 2000 y, por lo general, eliminan los parásitos de la malaria de la sangre del paciente después de tres días de tratamiento.
Las resistencia detectadas amenazan con hacer retroceder los avances logrados contra la malaria entre 2000 y 2015, cuando las muertes por esta enfermedad en África se redujeron en un 66%. La resistencia a las artemisininas surgió por primera vez en el sudeste asiático en 2009, seguida poco después por la resistencia a otros fármacos asociados. En 2016, la tasa de fracaso del tratamiento en algunas partes del sudeste asiático había alcanzado el 85%. La resistencia a los componentes de la artemisinina es causada por mutaciones en el gen Pfkelch13 del parásito P. falciparum.
Con la malaria resistente a los medicamentos, lo que sucede en el sudeste asiático a menudo ocurre en África con un retraso de una década, ya sea porque los parásitos resistentes cruzan a África o porque el mismo mecanismo de resistencia tarda más en emerger y establecerse en entornos africanos de alta transmisión. Más del 95% de todas las muertes por malaria ocurren en África, y cualquier aumento de la resistencia a los medicamentos allí es alarmante.
En 2019, aproximadamente uno de cada cinco pacientes estaba infectado con parásitos mutantes Pfkelch13 resistentes a la artemisinina
En el nuevo estudio, el grupo de Ménard y sus colegas del Ministerio de Salud de Eritrea evaluaron la efectividad de las terapias combinadas basadas en artemisinina en casi 1.000 pacientes en Eritrea entre 2016 y 2019.
Descubrieron que la eficacia de la terapia farmacológica disminuyó durante ese tiempo: los medicamentos no lograron eliminar los parásitos en el 0,4% de los pacientes en 2016, cifra que aumentó al 4,2% en 2019, cruzando el umbral de la OMS para declarar resistencia.
En 2019, aproximadamente uno de cada cinco pacientes estaba infectado con parásitos mutantes Pfkelch13 resistentes a la artemisinina.
A continuación, el equipo de la Universidad de Columbia (EE.UU.) dirigido por David Fidock, realizó experimentos genéticos con parásitos cultivados en laboratorio y demostró que la mutación Pfkelch13 más común identificada en Eritrea es directamente responsable de la resistencia a la artemisinina.
«No estamos ante una nueva cepa que haya aparecido recientemente. Simplemente ha tomado tanto tiempo detectarlo -explica Fidock-. África central y occidental tienen una alta carga de malaria, pero no sabemos qué está sucediendo allí y necesitamos más vigilancia genética y estudios de eficacia terapéutica».
La situación en Eritrea es aún más alarmante, según el estudio, porque muchos de los parásitos albergan deleciones genéticas que los hacen indetectables con la prueba de diagnóstico rápido más común de la malaria.
Alrededor del 17% de los pacientes en Eritrea darían negativo en la prueba de la enfermedad con esta prueba, que ya no se usa en Eritrea pero se usa comúnmente en toda África. La propagación de estos parásitos con pruebas negativas plantearía serios impedimentos para un diagnóstico adecuado.
«Desafortunadamente, nuestro estudio ha revelado que la resistencia se ha afianzado firmemente en el Cuerno de África, lo que hace más probable que los medicamentos asociados fallen a continuación porque no están siendo eliminados por la artemisinina, y los casos y muertes por malaria pueden comenzar a aumentar», advierte Ménard.
La situación aún no es catastrófica, porque los parásitos no han desarrollado resistencia a los fármacos asociados utilizados en la terapia con artemisinina.
«Pero si esos medicamentos asociados fallan, la situación podría empeorar rápidamente», avisa Fidock