El embalse de Sau se ha convertido en el indicador más mediático de la actual sequía en Catalunya. Este pantano, situado en el curso del Ter, almacena gran parte del agua que acaba en los hogares de la provincia de Girona y Barcelona. Hace poco más de tres meses, a principios de marzo, las reservas de Sau se situaban al 1,22% de su capacidad. Este viernes, en cambio, tras las lluvias de esta semana sobre la cabecera del Ter, el pantano alcanza el 40% de su volumen.
En los peores momentos de esta crisis hídrica de la que Catalunya se empieza a recuperar, para preservar la calidad del recurso, el agua de Sau se trasladaba directamente a Susqueda, otro embalse del río Ter. Así, se diluía con el agua de este segundo pantano y se garantizaba su buen estado. Ahora, sin embargo, este proceso ha terminado y prácticamente no se envía agua desde Sau hacia Susqueda. A día de hoy, el agua de este icónico embalse ya roza la parte baja de la iglesia de Sant Romà de Sau, un edificio que meses al descubierto por la escasez de precipitaciones.
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En solo tres días, Sau ha recuperado diez puntos porcentuales y llega a este 40% que no se registraba desde 2022. La situación va en sintonía de lo que sucede en el resto de los embalses del sistema de abastecimiento de los ríos Ter y Llobregat, que rozan el 37% de su capacidad de almacenaje total. Las lluvias también habrán servido para facilitar la recarga de los acuíferos. En el conjunto de las cuencas internas de Catalunya (las que no son del Ebro, estas están al 60%), el escenario es parecido, aunque algo menos positivo: la media de todos los pantanos se acerca al 35%.
Decisión política
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Destaca el caso de Darnius-Boadella, un embalse del Alt Empordà que se está recuperando, pero a ritmo más lento. En esta región, la fase de emergencia del plan de sequía sigue activada para algunos pueblos.
La comisión interdepartamental de la sequía, liderada por el president en funciones Pere Aragonès, se reunirá el martes de la próxima semana para decidir si se cambia de grado de preocupación precisamente en estas localidades del Alt Empordà y también en las comarcas abastecidas por el Ter y el Llobregat. Sobre la mesa del Govern estarán ambas decisiones: en el caso de los municipios ampurdaneses, se deberá decidir si pasan de la emergencia a la excepcionalidad, mientras que para los casi seis millones de personas que beben del sistema Ter Llobregat habrá que determinar si se rebajan las restricciones y se transita desde la excepcionalidad hacia la alerta, un escenario menos restrictivo que el actual semáforo en ámbar.
Tanto el embalse de Riudecanyes como el de Siurana, ambos en la provincia de Tarragona, no han logrado recuperarse lo suficiente. No obstante, el abastecimiento urbano está garantizado en este territorio, puesto que el minitrasvase del Ebro suministra agua a la zona.
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Para la próxima semana, se prevén más lluvias, aunque no se espera que dejen tanta agua como las de estos últimos días. Desde el Govern, siempre se ha optado, aseguran en Acció Climàtica, por ser prudentes, puesto que la llegada del verano, una época normalmente seca, puede torcer las cosas y complicar de nuevo la situación.
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Aun así, si no volviese a llover, el agua está asegurada hasta 2025. Por este motivo, se ha retrasado la construcción de la desalinizadora flotante anunciada por el ejecutivo catalán. El conseller David Mascort considera que esta infraestructura será necesaria para cuando se entre en emergencia si aún no están listas las desalinizadoras fijas y la potabilización del Besòs, pero reconoce que ya no es una cuestión de vida o muerte. Por lo tanto, se licitará por el procedimiento habitual y no a dedo por la vía de urgencia.
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