El pasado 7 de septiembre moría en el hospital Infanta Luisa de Triana (Sevilla) la cantante María Jiménez a los 73 años. Llevaba diez luchando con un cáncer que se hizo indomable en los últimos dos años a pesar de la fortaleza de la intérprete. A María la han llorado en su Triana del alma donde la despidieron con arte y pasión, tal y como ella quería. Pero la artista no sólo deja un hueco enorme en el arte musical sino también un hijo huérfano que hoy intenta salir adelante y volcarse en la fundación que su madre ideó para ayudar a mujeres víctimas de violencia de género. Todavía conmocionado por los hechos y la respuesta de la gente, Alejandro Sancho, su único hijo vivo, se sincera para recordar a una madre que lo fue y es todo en su vida.
—¿Cómo se encuentra ahora que ya han pasado unas semanas tras el fallecimiento de la enorme María Jiménez?
—Estoy de subidón y bajón, como en una noria. Por una parte estoy fuerte, pero luego me pongo a llorar en cuanto cojo un periódico o veo el telediario. La verdad es que estoy intentando aguantarme pero si te digo la verdad ni yo mismo sé como estoy. Estoy con mis niños, centrándome en mi familia ya que ahora somos cuatro porque mi segundo pilar se me ha ido y me siento muy triste. Lo que pasa es que todo está pasando tan rápido que parece como si hubiera sido hace un año, es muy fuerte, y lo que sí tengo son muchas ganas de seguir con la labor de mi madre y ayudar para que las próximas generaciones conozcan su historia. Esa es mi misión.
—Lo cierto es que está muy volcado en la fundación que ideó su madre y que no ha dejado ni siquiera en los días más tristes del duelo de María.
—Estamos intentando darle una buena salida para ver si ya podemos arrancarla al cien por cien en Sevilla y es algo que va poco a poco pero con idea de que dure mucho tiempo porque ese es precisamente el objetivo, un plan a largo plazo.
—Decía que se le había ido el segundo pilar de su vida.
—Mi primer pilar hoy es mi mujer y mis niños. Es lo más importante. Mi madre siempre quiso verme feliz con los niños, guapo, y con un poquito de dinero en el bolsillo. Con eso no te hace falta nada más.
—En la herencia quedan muchos recuerdos vividos junto a su madre y una casa donde pasó sus últimos años en Chiclana. ¿Ya sabe qué va a hacer con esa vivienda? ¿Quiere trasladarse con su familia a Chiclana?
—No lo sé todavía porque vivimos en Toledo y ahora mismo no podría sacar a los niños del colegio en pleno curso escolar. Estamos planteándonos todas las opciones y no lo descarto, pero aún es muy pronto y es tan reciente que no he podido ni pensar en mi vida. Estos días he vuelto a Chiclana y te aseguro que fue muy difícil entrar en la casa. Para romper el hielo abrí dos o tres botellas de champán con idea de resetear, pero es muy difícil estar en una casa vacía. Aunque mi madre ya sólo podía estar tumbada en la cama llenaba tanto y daba mucha tranquilidad, justo lo que me dice mi mujer, que tenerla ahí nos daba mucha paz.
—¿Le han quedado cosas por hablar con su madre?
—No. Hemos hablado de todo. La tengo ahora muy presente para no cometer errores y te aseguro que la siento tan cerca que noto cómo me dice lo que es correcto que haga y me evita hacer cosas feas o malas o escuchar al diablo. Ella me dice lo que es correcto, por eso intento actuar con lógica, temple, sin emociones, y lloro cuando me apetece.
—Usted ya sabe lo que supone el sentimiento de orfandad tras perder hace años a su padre el actor Pepe Sancho y ahora a María.
—Con mi padre fue muy diferente porque me enteré de su muerte por la tele ya que ni sabía que estaba malo. Con mi madre llevo diez años de sufrimiento con un cáncer y estos dos últimos especialmente complicados siendo los peores de su enfermedad.