Uno de cada tres adolescentes reconoce que tiene una relación «tóxica» con la tecnología

Uno de cada tres adolescentes reconoce que tiene una relación «tóxica» con la tecnología

La tecnología es cómplice, no la culpable. Esa idea es la que trata de transmitir María Zabala, consultura de comunicación especializada en Alfabetización y Ciudadanía digitales, en sus conferencias. No hay que demonizar las redes sociales, hay que aprender a usarlas. Y pronto.

Según un estudio de Unicef, uno de cada tres adolescentes reconoce que tiene una «relación problemática» o «tóxica» con la tecnología. Aquí se explica uno de los grandes mitos sobre los jóvenes: que sean nativos digitales no quiere decir que sepan usar bien un teléfono o un ordenador con conexión a Internet.

La clave está en la conducta de cada adolescente. «Si estamos hablando de un chico que viene de una situación complicada o con problemas de base puede que se aisle en las redes sociales y acabe enganchado. Pero puede pasar lo contrario, quizá un joven que no es muy sociable encuentra amigos y consigue superar eso precisamente gracias a las redes. Lo importante es que no hay estudios que digan que las redes por sí mismas son problemáticas«, explica.

Eso sí, hace falta mucho conocimiento de dónde nos estamos metiendo, y no solo para los jóvenes. «Una gran mayoría de padres también tienen redes sociales y muy pocos las utilizan de forma correcta. Los adultos no estamos precisamente para dar lecciones a la juventud sobre cómo usar las redes sociales», cuenta Zabala.

Si ahora hay más jóvenes con problemas de salud mental no es por las redes. «Hablamos de una generación que va de crisis en crisis, y el último golpe se lo dio la pandemia y el encierro. Los problemas de salud mental derivan por muchos factores», aseguran. Por otro lado, también está en la edad. «El 60% de los jóvenes de 13 a 17 años dicen que han tenido experiencias negativas en TikTok. Pero cuando vamos más allá el mismo porcentaje también las ha tenido en el colegio o con sus amigos. Es una etapa, complicada, en la que se tienen muchos complejos e inseguridades», dice Zabala.

El negocio de los datos

Esto no quiere decir que las redes sociales sean inocuas. Es importante explicar a nuestros hijos, y de parte entender nosotros mismos, cómo es el negocio de los gigantes de internet con nuestros datos. «Para empezar, deberían saberlo los adultos porque hoy en día es una información necesaria para ser ciudadanos responsables, igual que aprender a hacer la declaración de la renta, deberían de saber que las redes sociales están diseñadas para que el usuario se quede el mayor tiempo posible y ganar dinero a costa de los datos que tú le das gratis», cuenta Zabala. Esta información debería divulgarse más, de cara a garantizar la seguridad en internet. La nuestra y la de nuestros hijos.

En opinión de Zabala, el uso de las redes sociales ya debería formar parte de la crianza. «Igual que no les dejamos salir sin límites de un día para otro, sino que los vamos dejando poco a poco, en las redes sociales e internet también los deberíamos introducir de la mano. Hay voces que piden prohibir, pero eso es absurdo porque internet puede ser una herramienta maravillosa«. El control parental de los teléfonos móviles, con el que los padres pueden restringir determinados accesos, es una buena herramienta para ir alfabetizando tecnológicamente a los adolescentes.

El problema aquí, según Zabala, es que el dinero de la administración no está del todo bien invertido. «Han llegado millones en fondos europeos para la alfabetización digital de los docentes y de los alumnos, pero se nos ha olvidado la tercera pata, que son las familias. Si no les damos las herramientas es normal que opten por prohibir».

«Uso problemático», nunca adicción

Ninguna asociación internacional de psicología recoge la adicción a las pantallas, aunque sí que habla de «uso problemático» o «relación tóxica». Tiene que ver con muchos factores, pero uno de ellos es la capacidad de autocontrol de cada niño o persona. «Aquí entra la personalidad de cada uno, hay quien se mete en Instagram y cuando se da cuenta lleva tres horas mirando fotos, y otros que son capaces de ponerse un horario delimitado sin ningún problema», asevera Zabala.

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Lo problemático o tóxico son las experiencias que vivimos en redes. Por ejemplo, un menor puede sufrir ciberbullying por las redes sociales, pero también puede encontrar por ahí los amigos que no tiene y mejorar su vida. Todo depende del uso.

En conclusión, no se trata de decir «esto es malo», sino de tener las herramientas para enseñar, según cuenta Zabala, que de hecho está muy a favor del uso de la tecnología en el aula. Para hacer esto, se deben cumplir tres casos: que sea pertinente, escalable y sostenible. «Internet no es un lugar que esté hecho para niños, por eso hay que introducirles poco a poco y que aprendan», insiste.